Es un libro de poesía compuesto por 23 cuentos infantiles,
escritos en verso e ilustrados por el propio autor, el director de cine Tim
Burton. Los protagonistas de las historias son niños solitarios, extraños y
diferentes. En esta obra literaria Tim Burton se muestra fiel a su particular
universo, donde prevalece la melancolía, el amor, el humor negro y la fantasía.
La edición en español es bilingüe, es decir, aparece la adaptación de los
poemas español y la versión original en inglés.
Stain Boy, Roy the Toxic Boy, Robot Boy, Match Girl, Staring
Girl y otros personajes del libro aparecieron posteriormente en una saga de
cortos de dibujos animados en Flash dirigidos y escritos por Tim Burton,
titulada "The World of Stainboy" (El mundo de Chico Mancha).
Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/La_melanc%C3%B3lica_muerte_del_Chico_Ostra
Se le
declaró en la costa,
y en la
playa fue la boda.
Su larga
luna de miel
en la isla
de Capri fue.
Para la cena
el mesero
le puso un
solo platillo:
un gran
caldo de mariscos.
La novia
pidió un deseo.
Y el deseo
se realizó.
Dio al fin a
luz un bebé.
Pero esté
¿era humano o no?
Bueno,
quizá. Tal vez
Diez dedos
en pies y manos,
y demás
órganos sanos.
Podía sentir
y escuchar.
Pero
¿normal? No, ni hablar.
Este
engendro antinatural,
este cáncer
indecente,
era la
imagen viviente
de toda su
desventura.
Ella se
quejó al doctor:
«No es hilo
de mi madeja.
¿De dónde
sacó ese hedor
a salmuera,
pez y almeja?»
«Y ha sido
usted afortunada.
Yo, la
semana pasada,
traté a una
niña con pico
y tres
orejas, ¿Me explico?
Si es mitad
ostra su niño,
búsquese
otro a quien culpar.
-Y añadió
con cierto guiño-:
¿Se ha
puesto a considerar
una casita
en el mar?»
No sabían
cómo llamarlo.
A veces le
decían Carlo
y a veces
-con voz perpleja-
«eso que
parece almeja».
Encogido el
corazón.
ninguno en
verdad sabía
si el chico
ostra algún día
rompería el
caparazón.
Los
cuatrillizos Montalvo
cierta vez
se lo toparon.
Le espetaron
un «¡Bivalvo!»
y en seguida
se escaparon.
Una tarde en
la que llovía,
Carlo se
sentó en la calle,
Y miró
arremolinarse
el agua en
la alcantarilla.
Aparcada en
la cuneta,
conmovida y
afligida,
su madre
daba salida
a su congoja
secreta.
Ya se habían
acostado
una noche, y
ella dijo:
«Cariño,
huele a pescado
y yo creo
que es nuestro hijo.
Y aunque
dicen que una dama
debe
callarse estas cosas,
me parece
que le endosas
tus
problemas en la cama.»
Él probó
cuanta loción
pudo hallar
en el mercado.
Tenia el
cuerpo colorado
y comezón,
comezón.
Y de rascar y
rascar
la piel le
empezó a sangrar
El doctor,
tras una pausa,
dijo: «El
remedio a su mal
podría ser
la misma causa.
Las ostras,
como sabéis,
dan gran
potencia sexual.
supongo que
si os coméis
a vuestro
niño podréis
saciar el
ansia carnal.»
Se acercó
muy de puntitas
muy a
oscuras y en celada,
porque no
notaba nada
quien le
daba tantas cuitas,
Y en voz muy
baja le dijo:
«Carlo
queridísimo hijo:
no quisiera
interferir
ni causarte
desconsuelo.
Pero ¿has
pensado en el cielo,
o te has
querido morir?
Carlo
parpadeó al oírlo
pero no le
dijo nada.
Su papi
apretó el cuchillo
y aflojó la
corbata.
Cuando lo
levantó en vilo,
Carlo el
mojó el abrigo.
Y en su boca
ya la valva,
se escurrió
por la garganta.
En la costa
lo enterraron,
en la arena,
junto al mar.
Una oración
murmuraron
y se fueron
a cenar.
Una cruz que
daba pena
marcaba su
sepultura
y unas
letras en la arena
prometía
vida futura.
Pero al
subir la marea
una ola
grande y fea
borró sin
pena ni gloria
para siempre
su memoria.
De regreso
en el hogar,
él se le
empezó a acercar.
La besó y le
dijo: «Bella,
hagamos otra
faena.»
«Pero esta
vez -susurró ella-
pidamos que
sea una nena.»