jueves, 17 de abril de 2014

LA MELANCÓLICA MUERTE DEL CHICO OSTRA: Poesía y 23 cuentos infantiles de Tim Burton

Es un libro de poesía compuesto por 23 cuentos infantiles, escritos en verso e ilustrados por el propio autor, el director de cine Tim Burton. Los protagonistas de las historias son niños solitarios, extraños y diferentes. En esta obra literaria Tim Burton se muestra fiel a su particular universo, donde prevalece la melancolía, el amor, el humor negro y la fantasía. La edición en español es bilingüe, es decir, aparece la adaptación de los poemas español y la versión original en inglés.
Stain Boy, Roy the Toxic Boy, Robot Boy, Match Girl, Staring Girl y otros personajes del libro aparecieron posteriormente en una saga de cortos de dibujos animados en Flash dirigidos y escritos por Tim Burton, titulada "The World of Stainboy" (El mundo de Chico Mancha).

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/La_melanc%C3%B3lica_muerte_del_Chico_Ostra



Se le declaró en la costa,
y en la playa fue la boda.

Su larga luna de miel
en la isla de Capri fue.

Para la cena el mesero
le puso un solo platillo:
un gran caldo de mariscos.
La novia pidió un deseo.

Y el deseo se realizó.
Dio al fin a luz un bebé.
Pero esté ¿era humano o no?
Bueno, quizá. Tal vez

Diez dedos en pies y manos,
y demás órganos sanos.
Podía sentir y escuchar.
Pero ¿normal? No, ni hablar.

Este engendro antinatural,
este cáncer indecente,
era la imagen viviente
de toda su desventura.

Ella se quejó al doctor:
«No es hilo de mi madeja.
¿De dónde sacó ese hedor
a salmuera, pez y almeja?»

«Y ha sido usted afortunada.
Yo, la semana pasada,
traté a una niña con pico
y tres orejas, ¿Me explico?
Si es mitad ostra su niño,
búsquese otro a quien culpar.
-Y añadió con cierto guiño-:
¿Se ha puesto a considerar
una casita en el mar?»

No sabían cómo llamarlo.
A veces le decían Carlo
y a veces -con voz perpleja-
«eso que parece almeja».

Encogido el corazón.
ninguno en verdad sabía
si el chico ostra algún día
rompería el caparazón.

Los cuatrillizos Montalvo
cierta vez se lo toparon.
Le espetaron un «¡Bivalvo!»
y en seguida se escaparon.

Una tarde en la que llovía,
Carlo se sentó en la calle,
Y miró arremolinarse
el agua en la alcantarilla.

Aparcada en la cuneta,
conmovida y afligida,
su madre daba salida
a su congoja secreta.

Ya se habían acostado
una noche, y ella dijo:
«Cariño, huele a pescado
y yo creo que es nuestro hijo.
Y aunque dicen que una dama
debe callarse estas cosas,
me parece que le endosas
tus problemas en la cama.»

Él probó cuanta loción
pudo hallar en el mercado.
Tenia el cuerpo colorado
y comezón, comezón.
Y de rascar y rascar
la piel le empezó a sangrar

El doctor, tras una pausa,
dijo: «El remedio a su mal
podría ser la misma causa.
Las ostras, como sabéis,
dan gran potencia sexual.
supongo que si os coméis
a vuestro niño podréis
saciar el ansia carnal.»

Se acercó muy de puntitas
muy a oscuras y en celada,
porque no notaba nada
quien le daba tantas cuitas,
Y en voz muy baja le dijo:
«Carlo queridísimo hijo:
no quisiera interferir
ni causarte desconsuelo.
Pero ¿has pensado en el cielo,
o te has querido morir?

Carlo parpadeó al oírlo
pero no le dijo nada.
Su papi apretó el cuchillo
y aflojó la corbata.

Cuando lo levantó en vilo,
Carlo el mojó el abrigo.
Y en su boca ya la valva,
se escurrió por la garganta.

En la costa lo enterraron,
en la arena, junto al mar.
Una oración murmuraron
y se fueron a cenar.

Una cruz que daba pena
marcaba su sepultura
y unas letras en la arena
prometía vida futura.

Pero al subir la marea
una ola grande y fea
borró sin pena ni gloria
para siempre su memoria.

De regreso en el hogar,
él se le empezó a acercar.

La besó y le dijo: «Bella,
hagamos otra faena.»
«Pero esta vez -susurró ella-
pidamos que sea una nena.»