martes, 19 de julio de 2011

EL DIÓGENES DE LA FOTOGRAFÍA

Miroslav Tichý



La vida de Miroslav Tichý (N t ice, Moravia, 1926), al igual que su trabajo, parece estar sacada de una novela. Un vuelco en la historia, la cárcel y las trágicas circunstancias que le acompañaron a lo largo de los años, hicieron de él un personaje misterioso a la vez que fascinante.

Cuando estudiaba pintura y dibujo en la Academia de Arte de Praga, a mediados de los años cuarenta, todo hacía indicar ya que podría haber sido un prometedor artista. Sin embargo, con el tiempo se decantó por la fotografía, medio en el que en la década de los setenta y los ochenta produjo una sofisticada y originalísima obra. Ahora, la Kunsthaus Zürich se convierte en el primer museo en dedicarle una exposición individual, formada por 120 fotografías seleccionadas entre miles de las imágenes que componen su amplia producción.



Los métodos de trabajo empleados por Tichý poco tienen que ver con los convencionalismos de la práctica artística. Tampoco su equipo de trabajo, que en su caso son máquinas fotográficas creadas con sus propias manos y con las lentes y los materiales que encontraba más a mano, como placas de metal, gomas, cartulinas, paquetes de tabaco y cinta escocesa. Pero, tal vez convenga conocer un poco más al personaje para explicarse cómo llegó hasta esta situación. Como ya hemos mencionado, los acontecimientos históricos de 1948, con la caída del Comunismo, hicieron tambalear su trayectoria artística y lejos de someterse al nuevo sistema político y a los dictámenes del Realismo Social, Tichý evolucionó hacia su lado humano más rebelde, por el que llegó a negar sus valores sociales y se convirtió poco a poco en un ser marginado, de aspecto descuidado y ropas raídas. Todo ello no impidió, sin embargo, que fuese el momento en el que emprende una de sus épocas artísticas más fructíferas. 
Su fascinación es el universo femenino, la figura de la mujer y las actividades comúnmente asociadas a éstas, especialmente aquellas que tienen que ver con su quehacer diario, con sus rituales de cuidados personales, con sus compras o con sus momentos de ocio. En su obsesión por reflejar este mundo, Tichý podía llegar a realizar hasta cien fotografías al día, lo que él estableció como su norma. Y todas ellas en su pequeña ciudad natal, de la que cada vez estaba más excluido como habitante de la comunidad. Por ello, la inmensa mayoría de las veces permanecía oculto, colándose en los momentos íntimos de todas esas mujeres e ignorando la mayoría de los principios técnicos de la fotografía. No obstante, el resultado es especialmente interesante. También ellas ignoraban en muchas ocasiones ser espiadas, de ahí la rica galería de posturas, gestos y estados de humor que nos ofrecen. Las imágenes son, muchas veces, pura poesía visual que Tichý termina de rematar con dibujos realizados sobre ellas a lápiz o enmarcándolas con delicado papelpassepartou




Retrospectiva de Miroslav Tichý en Valladolid

El fotógrafo permaneció casi toda su vida en el anonimato y alejado del mundo que le rodeaba, y que parecía no interesarle demasiado, hasta que fue descubierto y encumbrado por Harald Szeemann.

Esta exposición, la primera realizada tras el fallecimiento de Miroslav Tichý en abril de 2011, reunirá en Valladolid más de un centenar de obras. Sus icónicas imágenes de mujeres son el fruto de un ritual obsesivo y mecánico que a lo largo de dos décadas el checo repitió diariamente: el artista recorría las calles Kyjov sin rumbo pero siempre por el mismo periodo de tiempo, disparando siempre tres rollos cada día, realizando un total de 108 imágenes. Tichy fotografiaba a las mujeres de forma espontánea, sin que éstas se dieran cuenta de que se les estaba retratando,  disparando a la altura de la cintura, sin mirar nunca por el visor y evitando el contacto visual directo con ellas. Su trabajo ya ha pasado a la historia.








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